Foto de Jorge Cocompech
en modo SelfieLa primer elección.
Desde niño, siempre me llamaron la atención estos seres míticos. Soñaba con cabalgar uno.
Durante la N cantidad de juegos, siempre me visualizaba corriendo sobre el mar, acompañado de colibríes a mi alrededor. Todos buscaban tener un caballo como Rocinante, Tornado o algún otro como 30-30.
En mi mente, solo tenía un nombre: Orión.
Cuando leí Platero y yo, podía imaginarlo tan blanco y ligero como las nubes. Veloz como el viento. Dócil en todo momento. Valiente cuando se requería. Y siempre se despedía lamiendo mi cara todas las noches.
El sueño
Con los años (y viendo que la situación no era tan fantástica), me hice de otros avatares. Y las historias se fueron formando. Fueron naufragando en otros lugares. Pero Orión, se quedó en ese lugar bello de los días de juego con mis primos y con los amigos de la infancia.
Conforme fui creciendo y viendo más la popularidad de este fantástico ser, comencé a recordar mis días de infancia en Chetumal. De las tardes en la mente (mientras pregonaba pan casero por las últimas calles del centro) Orión corría a mi lado. Me gustaba sonreír y reír con él. Correr entre las banquetas de aquella ciudad. Esconderme entre los patios de los vecinos y jugar a las escondidas con mi unicornio. En algunas ocasiones, nos subíamos al techo de la casa y mirábamos el atardecer.
¡Mira Orión! ¡Esa nube es igualita a ti!
Orión: Mi guía astral.
Durante el año 2020 me hice una serie de tatuajes. La vida de una manera u otra, me fue llevando a ese rincón inconsciente. Diseñarlo, me llevó algo de tiempo. Sabía qué elementos estarían en la piel. Lo que en ese momento no sabía, era el poder de las mismas (y el día de hoy, soy muy feliz de dicho descubrimiento).
Dentro del cinturón de Orión que diseñé, usé líneas y puntos. Hoy, tengo las cosas más importantes con él.
Este año, re-descubrí mi amor por los unicornios a través de Paloma. Hace unas semanas, adquirieron este cuerno de unicornio y me lo puse. Recordé a ese niño que siempre deseó estar con Orión: ganando batallas, correr sobre el azul del mar, encontrar a la princesa entre el claroscuro del amanener. Ese niño que deseaba tener su familia de unicornios. Alegre y juguetón.
Ahora, sonrío con alegría. Ahora comparto con ella, ese sentimiento de amor a las cosas fantásticas de la vida.
Hoy, elijo ser unicornio.