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Hedonismo Algorítmico: La Chica de Rojo de Matrix y la Tiranía de la IA

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La chica de rojo

La chica de rojo

Hay escenas de cine que se te tatúan en la memoria. Para mí, una de esas es la de la chica de rojo en Matrix. ¿La recuerdan? Neo está aprendiendo a moverse en la simulación, Morfeo le está soltando un rollo importantísimo sobre cómo funciona el sistema, y de repente, ¡pum! Pasa una rubia espectacular con un vestido rojo que detiene el tráfico. Todos, incluido el buen Neo, voltean a verla.

Morfeo, con esa paciencia de monje shaolin, lo detiene y le pregunta: “¿Me estabas escuchando? ¿O estabas viendo a la mujer del vestido rojo?”.

Y ahí, mis queridos amigos, está el truco de magia que nos aplican todos los días. La distracción perfecta, un pedazo de código hermoso y calculado, diseñado con un solo propósito: que quites los ojos de lo importante.

Primero, las Reglas del Juego (que no sabías que estabas jugando)

Para entender por qué todos volteamos a ver a la chica de rojo, necesitamos una palabra dominguera pero poderosa: episteme.

Suena a remedio para la tos, pero es una de las herramientas más filosas de la filosofía. En la antigua Grecia, Platón y Aristóteles decían que la episteme era el conocimiento del bueno, el de a de veras, la verdad universal. Lo contrario era la doxa, que no es más que la opinión, el chisme (echar chal a gusto), lo que se dice en la sobremesa sin pruebas. Para Platón, solo los filósofos llegaban a la episteme, y por eso eran los únicos que debían gobernar. Desde entonces, decir “yo tengo el conocimiento verdadero” era una forma elegante de decir “yo mando aquí”.

Pero luego llegó el tío cool Michel Foucault y le dio la vuelta a la tortilla. Para Foucault, la episteme no es la verdad universal, sino el sistema operativo invisible de una época. Es el conjunto de reglas inconscientes que definen qué se puede pensar, qué se considera lógico y qué es una locura en un momento histórico determinado.

No es algo que eliges. Un caballero del Renacimiento no se levantaba diciendo: “Hoy voy a ver el mundo a través de analogías y semejanzas”. Simplemente, ¡así funcionaba su software mental! Por eso lo que para ellos era ciencia, para nosotros parece magia o superstición. Analizar la episteme de nuestro tiempo es como intentar ver el agua en la que nadamos. Es darnos cuenta de que lo que llamamos “sentido común” es, en realidad, una construcción histórica que nos pone límites sin que nos demos cuenta.

El Hedonismo: De Arte a Producto de Consumo

Ahora apliquemos esta lupa a algo que a todos nos interesa: el placer. La búsqueda del placer, o hedonismo, no es un invento de los influencers de Instagram. Es una filosofía con más arrugas que una tortuga de Galápagos.

Había, principalmente, dos sabores:

  1. Los Cirenaicos: Eran los rockstars de la antigüedad. Decían que el placer es aquí y ahora, principalmente el del cuerpo. Si se siente bien, hazlo. El futuro es incierto, pero este taquito al pastor es una verdad absoluta.
  2. Los Epicúreos: Estos eran más bien como músicos de jazz. Buscaban un placer más sereno, más pensado. Para Epicuro, el máximo placer era la ausencia de dolor y de angustia (ataraxia). Para lograrlo, había que hacer un “cálculo hedonista”: pensar bien qué placeres te convienen a la larga. Clasificó los deseos para ayudarnos a no regarla:

    • Naturales y necesarios: Comer, dormir. Atiéndelos sin broncas.
    • Naturales, pero no necesarios: Un buen vino, una plática sabrosa, el sexo. Disfrútalos con medida, que no te quiten el sueño.
    • Ni naturales ni necesarios: La fama, el poder, la riqueza. ¡Huye de ellos, insensato! Son una trampa que solo trae sufrimiento.

El hedonismo de Epicuro era un arte, una “tecnología del yo”. Eras tú, con tu razón, esculpiendo tu propia vida para alcanzar la serenidad.

El Nuevo Sistema Operativo: La Episteme Algorítmica

Avancemos rápido hasta hoy. Nuestro sistema operativo actual, nuestra episteme, se basa en dos mandamientos que rara vez cuestionamos:

  1. El Dataísmo: La nueva religión de Silicon Valley. Su dogma, según el historiador Yuval Noah Harari, es que el universo entero es un flujo de datos, y que los seres humanos somos simples “algoritmos obsoletos”. El valor supremo es que la información fluya libremente, conectándolo todo. Tu vida, tus amores, tus miedos… solo son datos que alimentar al gran sistema.
  2.  
  3. El Solucionismo Tecnológico: La idea, criticada por Evgeny Morozov, de que todo problema humano —la soledad, la corrupción, la tristeza— es en realidad un "enigma" que se puede resolver con la tecnología adecuada. ¿Te sientes mal? Hay una app para eso. ¿El gobierno no funciona? Pongamos blockchain1. Es una "locura" que ignora que los problemas humanos son complejos, ambiguos y, a menudo, no tienen una "solución" fácil.

La mezcla de estos dos crea la episteme algorítmica: un mundo donde solo lo cuantificable es real y todo problema debe ser optimizado. En este sistema, la intuición, la experiencia subjetiva o la duda son “ineficiencias”. El ser humano deja de ser un sujeto con voluntad para convertirse en un paquete de datos predecibles y manejables.

Nuestro Desfile Infinito de Chicas de Rojo

Y aquí es donde volvemos a la chica de rojo. Dentro de esta nueva episteme, el hedonismo se transforma en algo muy distinto: el hedonismo algorítmico.

Ya no eres tú haciendo tu “cálculo hedonista”. Ahora, un algoritmo opaco lo hace por ti. Las redes sociales y las plataformas de contenido no están diseñadas para hacerte feliz, sino para maximizar el engagement (una palabra elegante para decir “mantener tus ojos pegados a la pantalla”).  

¿Cómo lo hacen? Con un desfile infinito de chicas de rojo. Un flujo constante de micro-gratificaciones: el like, el video chistoso, la notificación. El placer ya no es un estado interno, sino una métrica: clics, tiempo de visualización, respuestas biométricas. El “algoritmo de la felicidad” no busca tu tranquilidad, busca tu adicción. Es lo que los psicoanalistas lacanianos llaman un “empuje al goce”: una satisfacción compulsiva que nunca termina de saciar y que puede volverse “mortífera”.

El contraste con los viejos hedonistas es brutal. Miren esta tabla y díganme si no es para poner “Creep” de Radiohead en repeat, sentarse en un rincón y sentirnos unos bichos raros en este mundo nuevo.

Tabla 1: El Marcador del Placer: Griegos vs. Algoritmos
Característica Hedonismo Cirenaico Hedonismo Epicúreo Hedonismo Algorítmico
Naturaleza del Placer Gratificación sensorial, intensa e inmediata. Una sensación positiva. Ausencia de dolor (aponia) y de perturbación mental (ataraxia). Un estado neutro de tranquilidad. Flujo continuo de estímulos novedosos y micro-gratificaciones. Medido como “engagement”.
Rol del Dolor Algo a evitar a toda costa en el momento presente. Una señal necesaria que debe ser comprendida y gestionada para la tranquilidad a largo plazo. Un punto de dato que indica desinterés; un problema a ser “resuelto” o eludido algorítmicamente.
Locus de Control La respuesta sensorial inmediata del individuo. La mente racional del individuo; autogobierno interno. El algoritmo externo y opaco; gestión externa.
Proceso de Decisión Búsqueda instintiva del placer inmediato “Cálculo hedonista” consciente y racional; deliberación y previsión. Cálculo predictivo y automatizado basado en datos del usuario; opaco e instantáneo.
Temporalidad Enfocado exclusivamente en el momento presente. A largo plazo; prioriza la tranquilidad futura sobre la intensidad presente. Un “eterno ahora” colapsado de actualizaciones y notificaciones continuas.
Objetivo Final Maximización de experiencias placenteras intensas. Un estado estable y duradero de tranquilidad personal y autosuficiencia. Maximización del engagement del usuario y de la extracción de datos.

La gran paradoja es esta: un sistema diseñado para optimizar el placer es incapaz de darnos satisfacción real. Un epicúreo satisfecho, en paz, sería un mal negocio. Se desconectaría. El algoritmo necesita mantenerte en un estado de ansiedad y deseo perpetuo: te da lo suficiente para que no te vayas, pero nunca lo suficiente para que te sientas pleno. Es la zanahoria digital que nunca alcanzamos.

Mira otra vez, Neo

En la película, después de que Neo se distrae, Morfeo le dice que mire de nuevo. Cuando voltea, la chica de rojo ya no está. En su lugar hay un Agente Smith apuntándole con una pistola a la cabeza.

La distración nunca es inofensiva.

Este hedonismo de algoritmo nos roba la autonomía, convierte nuestra felicidad en una métrica para vender anuncios y mercantiliza nuestros deseos más profundos. Nos hace olvidar que la vida, como nos recordaría cualquier rockero de la vieja escuela, no es para ser otro ladrillo en la pared del algoritmo, sino para vivirla, no para scrollearla.

La próxima vez que se encuentren hipnotizados por el brillo de la pantalla, hagan una pausa y pregúntense: ¿estoy escuchando, o estoy viendo a la chica de rojo2. ?

Porque el peligro de no mirar dos veces es que, cuando por fin levantes la vista, la distracción ya no sea tan bonita y te esté apuntando a la cabeza. Y para eso, créanme, no hay app que te salve.

Notas a pie
  1. ¿Qué carambas es?

    Piensa en el cuaderno de fiado de Don Pepe en la tiendita. Toda la confianza y el poder están en ese único cuaderno, que es vulnerable.

    El blockchain es como si, en lugar de eso, cada vecino tuviera una copia digital e idéntica de ese cuaderno.

    Cada nueva transacción es un “bloque” (una hoja nueva). Esta hoja se sella criptográficamente a la anterior, creando una “cadena” imposible de alterar sin que todos se den cuenta. Como todos tienen una copia, la confianza ya no está en Don Pepe, sino en la red. Es un chisme comunitario a prueba de tramposos.

    En esencia: es un libro de contabilidad digital, compartido y transparente que elimina la necesidad de intermediarios como bancos o gobiernos.



  2. En resumen, la chica de rojo no es una persona, sino cualquier estímulo digital diseñado para capturar tu atención y darte una microdosis de placer inmediato.

    Ella es:
    • El Reel de Instagram con la canción de moda que te hipnotiza.
    • La notificación de un “me gusta” que te hace sentir validado por un segundo.
    • El video de TikTok que te saca una carcajada y te lleva a ver diez más.
    • El titular sensacionalista que te obliga a hacer clic.
    • El flujo infinito de tu timeline, que siempre tiene algo nuevo y brillante que mostrarte.
    No es casualidad. Cada una de estas “chicas de rojo” es un programa, un algoritmo, cuidadosamente diseñado para maximizar el engagement. Su función es la misma que en la película: distraerte de lo que realmente está pasando.

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